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El dueño le gritó y le pidió que abandonara su tienda. Viendo la necesidad que estaba pasando su familia la mujer continuó:El dueño le dijo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda.! De pie cerca del mostrador se encontraba un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer. El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia. El dueño, de una manera muy tosca, preguntó a la mujer: "Tiene usted una lista de compra?". La mujer dijo: "Si señor". "Está bien," dijo el dueno, "ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, le daré yo en comestibles". La mujer titubeó por un momento y cabeza baja, buscó en su cartera un pedazo de papel y escribió algo en él. Puso el pedazo de papel, cabeza baja aún, en la balanza. Los ojos del dueño y el cliente se llenaron de asombro cuando la balanza se fue hasta lo mas bajó y se quedó así. El dueño entonces, sin dejar de mirar la balanza y de mala gana, dijo: "¡No lo puedo creer!". El cliente sonrió y el dueño comenzo a poner comestibles al otro lado de la balanza. La balanza no se movió por lo que continuó poniendo más y más comestibles hasta que no aguantó más. El dueño se quedó allí parado con gran disgusto. Finalmente, agarró el pedazo de papel y lo miró con mucho más asombro No era una lista de compra, era una oración que decía: "Querido Señor, tú conoces mis necesidades y yo voy a dejar esto en tus manos". El dueño de la tienda le dió los comestibles que había reunido y quedó alli en silencio. La mujer le agradeció y abandonó su tienda. El cliente le entregó un billete de cincuenta dólares al dueño y le dijo: "Valió cada centavo de este billete". Sólo Dios sabe cuánto pesa una Oración. |
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